Las autoridades chinas ya han elevado a 26 el número de fallecidos por neumonía vinculados al brote del nuevo coronavirus 2019-nCoV, que ya ha dejado 881 infectados en el país asiático. El virus se transmite de humano a humano a través del tracto respiratorio y en caso de contactos estrechos.
Dos estudios recientes apuntan a los murciélagos y a las serpientes como posibles reservorios animales de este coronavirus que, según médicos chinos, ya habría mutado y, como pasa con cualquier otro virus, no tiene cura. La enfermedad ya ha traspasado las fronteras de China, detectándose algunos casos en otros países como Japón, Tailandia, Corea del Sur, EE.UU., Singapur o Vietnam, todos en personas procedentes de territorio chino.
Para evitar una mayor propagación, las autoridades han cerrado 13 ciudades chinas, entre ellas, Wuhan, de más de 11 millones de habitantes, donde en diciembre se originó la peligrosa infección, vinculada a un mercado de mariscos local; Huanggang (más de 6 millones), Chibi (cerca de medio millón de habitantes) y Xianning (2,5 millones de habitantes).
La neumonía atribuida al nuevo coronavirus es la complicación principal que se observa en los infectados, no destacando por ningún síntoma especial. Básicamente, los infectados tienen fiebre, algunos experimentan dificultades para respirar, mientras las radiografías muestran cambios en los pulmones.
Como no se trata de una neumonía causada por bacterias, no se cura con antibióticos y el tratamiento es sintomático, no enfocado en la etiología de la enfermedad. Por lo general, en estas situaciones los médicos aconsejan un tratamiento parecido al de la gripe: guardar reposo, tomar muchos líquidos y medicinas específicas para los dolores de garganta y fiebre.
La Organización Mundial de la Salud ha enumerado una serie de consejos estándar para la población con los que busca reducir la exposición y la transmisión de una variedad de enfermedades:
Como en el caso de cualquier enfermedad provocada por cualquier tipo de virus, no existe ningún medicamento específico que ‘mate’ al virus como tal, siendo nuestro propio organismo y su sistema inmunológico el que debe combatirlo. Los tratamientos existentes solo ayudan a aliviar los síntomas, pero no aniquilan la causa del mal.
Si bien solemos recuperarnos de la mayoría de los resfriados o gripe de naturaleza viral por los esfuerzos de nuestro propio organismo, acompañados de un
tratamiento sintomático, algunos tipos de virus son mucho más potentes y agresivos y el organismo no logra combatirlos por su cuenta, lo que puede desembocar en complicaciones y muerte, algo que ya sucedió durante el brote del ébola y se observa ahora en China con el nuevo coronavirus.
Ciertas vacunas protegen contra algunos virus, pero no ante infecciones provocadas por un coronavirus humano.
Sin embargo, entre humanos solo circula una parte pequeña de los coronavirus existentes, ya que la mayoría solo están presentes en animales. Así, el mortífero síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS, por sus siglas en inglés) fue provocado por virus de dromedarios, mientras que el origen del síndrome respiratorio agudo grave o la neumonía atípica fue el SARS Co-V que portaban unos felinos llamados civetas.
En el caso de la neumonía atípica por el coronavirus SARS Co-V, los inhibidores de la proteasa lopinavir y ritonavir mostraron cierta actividad antiviral y el interferón alfa y beta también ofreció algunos efectos positivos, aunque los datos sobre su eficacia son limitados.
Los medicamentos existentes que luchan, precisamente, contra el virus no lo erradican del organismo y solo anulan su replicación, impidiendo la reproducción en células sanas. Si se trata de un virus de la influenza, fármacos como oseltamivir, zanamivir, amantadina o rimantadina ayudan a frenar la propagación del virus en el organismo y de, esta forma, aliviar los síntomas y reducir la duración de la enfermedad.
En el caso del VIH, la terapia antirretroviral también tiene como objetivo prevenir la reproducción del virus y reducir su cantidad en la sangre, minimizando las posibilidades de su transmisión a otros, aunque no lo erradica.
Las autoridades sanitarias de China ya han advertido que el nuevo coronavirus podría mutar y propagarse. Sin embargo, tras dos días de discusiones, el Comité de Emergencias de la OMS ha decidido que, si bien se trata de una «emergencia de muy alto riesgo» en el país asiático, «aún no se ha convertido en una emergencia sanitaria mundial», según explicó en rueda de prensa el doctor Tedros Adhanom Gebreyesus, director de la Organización.
El jefe de la OMS destacó, asimismo, que, aunque hay transmisión persona a persona en China, por ahora se encuentra limitada a familiares y trabajadores de salud que están en contacto con los infectados. Por otra parte, de momento, no existe evidencia de transmisión persona a persona fuera de China, aunque «no significa que no vaya a suceder», advirtió el director de la organización.
Con todo, de momento, es más lo que se ignora de la enfermedad que aquello que sabemos: «No sabemos de dónde viene, no sabemos qué fácilmente se contagia y tampoco entendemos sus características clínicas o su gravedad», admitió Tedros.
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