
En el mundo real, la posible candidatura de Pablo Iglesias a las europeas sólo serviría para reforzar el bipartidismo, al debilitar la representación obtenida por la principal fuerza alternativa, Izquierda Unida. Lo llamativo es que propone básicamente lo mismo que IU, pero discrepa sobre cómo se elige la candidatura.
La gran diferencia está en unas primarias abiertas a la ciudadanía. Este tema me llama la atención porque es lo que ha hecho el Partido Demócrata de Italia, lo que plantean sectores del PSOE y lo que se hace siempre en Estados Unidos. Pero, como muestra el caso estadounidense, un sistema de primarias es perfectamente compatible con la interferencia del poder del dinero en la política, con que sean las empresas de los grandes medios de comunicación las que promueven y silencian candidatos, en función de sus intereses, y, a fin de cuentas, se refuerza el personalismo y se legitima a los líderes para ir por libre y desentenderse de la organización democrática con la que están y de la toma de decisiones lo más colectiva posible. Me hace gracia ver, por ejemplo, a sectores del PSOE abogando por primarias abiertas cuando han roto el gobierno en Asturias para evitar una ley electoral democrática y cuando su reforma de la ley electoral de 2010 permitió que hoy el PP tenga mayoría absoluta, sin mayoría absoluta de votos. Intentan centrar el debate sobre democratización en primarias y listas abiertas (que, por ejemplo, en Suecia sólo cambian el 6% de personas escogidas por los partidos) porque saben que eso no frena la interferencia del poder del dinero en la política. Dicho esto, sí quiero dejar claro que me parece muy bien que las militancias escojan las candidaturas.
También es obvio que, al igual que en su día el grupo PRISA animó y promocionó a Nueva Izquierda para debilitar a IU, hoy otros gigantes mediáticos impulsan a Iglesias para ver si se logra dividir la respuesta de la izquierda al bipartidismo en las urnas. Me parece muy bien que una persona como Iglesias esté en las listas de IU, o de otra organización en coalición con IU. Eso sería algo diferente. Pero usar a personas con un discurso válido para que el liderazgo individual socave la estructura más amplia de la izquierda política es algo lógico para las empresas mediáticas que dan proyección a Iglesias, pero no debiera serlo para quien quiere construir una alternativa que funcione. Iglesias pone el ejemplo de Alberto Garzón y debiera hacer lo mismo: no usar su gancho personal para dividir a la izquierda en más espacios competidores entre sí, sino sumarse a una organización en la que participan decenas de miles de personas, que se vincula e interactúa con otras muchas, y en donde la articulación colectiva es más importante que cualquier liderazgo individual.
Por lo demás, hay una arrogancia en aspectos del planteamiento de Iglesias nada defendible. Y es el atribuirse ser candidatura «ciudadana y popular», como si no fuera así en las otras formaciones de izquierdas. Las candidaturas de IU las integran ciudadanos y ciudadanas normales y corrientes, que no sirven a ningún interés económico privilegiado, y que pertenecen a las clases populares (y much@s tendrían un potente gancho social si fueran promocionados a diario por grandes cadenas de televisión). Ya está bien de vender a l@s verdader@s ciudadanos porque, además, si tuvieran éxito, eso al final trae decepción, pues ahí no habría nada nuevo. Igual que cuando evitan definirse como partido político, algo que también hace IU, que se autodefine como movimiento político y social. La realidad es que, antes o después, lo que te define ante la gente es que luchas por espacios de representación política en las instituciones y el poder político. Te llames como te llames te acabarán llamando partido político. Y hay que llamar al pan pan y al vino vino.
Ramón Trujillo, Izquierda Unida