El segundo hombre más rico del mundo (entre los que pueden aparecer en Forbes) recibe, seguro que debido a su proximidad con los empleados y al cariño y la humanidad que destila el personaje, el homenaje de una –por lo que se ve– agradecidísima plantilla.
Son momentos para dejar de lado las zancadillas, los malos rollos, las presiones, los salarios de mierda, las horas extra por la cara y, especialmente, lo que hace por codicia la compañía de este señor con los niños de los países sin recursos. Hay que bailar y sonreír, porque, con o sin vocación de tiralevitas, no estaría bien visto negarse. Y porque además siempre es entrañable ver llorar de emoción a un abuelito. ¡Qué tierno todo!
insurgente.org | 30/04/2016
Abstenerse personas con dolores de estómago o conciencia de clase.