Navieras subvencionadas que prohíben usar el baño

Esto no es un discurso, es una denuncia pública de una injusticia con la que hay que acabar definitivamente. Vamos a llamar la atención sobre una serie de hechos, que muchas personas han padecido, pero que quedan reducidos a episodios desagradables en su vida privada, aunque tienen su trascendencia en la esfera pública. Son hechos injustos que no suelen visualizarse ni se hacen públicos, por múltiples razones. Hay una filosofía del “déjalo así, déjalo estar, total para lo que va a servir”. Pues no, debemos plantar cara y decir que hasta aquí hemos llegado. Tenemos dignidad y merecemos respeto. Ahora toca visualizar y hacer públicas esas situaciones injustas y señalar a los responsables.

Nos referimos a la injusticia causada por la precaria accesibilidad de las personas con movilidad reducida en las navieras. Si, si las navieras, esas grandes empresas de embarcaciones que nos transportan entre nuestras islas.

Es una vergüenza que las autoridades sean tan poco exigentes con esos barcos que valen millones y que también generan millones de euros pagados por los pasajeros y por los contribuyentes mediante subvenciones. Es una vergüenza que tanto las autoridades como las empresas navieras no tengan previsto que, cada vez más hay personas, en islas como La Gomera, cuyas dificultades motoras les limita el acceso al transporte y la libertad de desplazamiento. Cada vez aumenta la población que envejece o enferma y ve limitada su movilidad o su salud. Hay pequeñas empresas de restaurantes o bares, o comunidades de propietarios, a los que se les exige proporcionalmente más esfuerzos que a estos gigantes del transporte cuya hambre parece insaciable. En Canarias algunas de estas navieras se han convertido en verdaderas “vacas sagradas” que andan sueltas por donde quieren y a las que, al parecer les debemos reverencia por prestar unos servicios que les pagamos con nuestro dinero.

No podemos negar que estas navieras, en los últimos años, han dado pasos positivos en la mejora de la accesibilidad. Hay barcos con ascensores, otros con salva escaleras, casi todos tienen sillas de ruedas, hasta tienen baños para discapacitados. Sin embargo, a veces, se ven desbordados con la presencia de pequeños grupos de personas que tienen problemas de movilidad, por ejemplo, los de la tercera edad.

El hecho de que estas embarcaciones que transportan a miles de personas se vean superadas por la concurrencia de un pequeño grupo de cuatro personas con movilidad reducida no tiene justificación y es una falta de respeto, por no decir que, en caso de desalojo por una emergencia es un peligro para todo el pasaje. Esto es algo que solo es posible por la reiterada dejadez de las autoridades que son tan permisivas como una tela de araña que atrapa al débil y deja pasar al fuerte.

Vamos a describir, a grandes rasgos, algunas situaciones vividas en estas navieras para ponernos en situación: Al comprar un pasaje usted puede y debe hacer constar que necesita, para sí mismo o para su acompañante, acceso a un ascensor u otro medio, por ejemplo, silla de ruedas. Esto le vale de poco si al llegar al puerto usted no lo manifiesta de nuevo al personal de tierra de la naviera. En algunos puntos hay reservadas zonas azules para dar preferencia a coches con pasajeros que tienen reducida su movilidad. Si no va en coche, usted debe entrar por las rampas de embarque de los coches. No tiene alternativa. Una vez, embarca al buque, normalmente en coche, lo manifestado y advertido al personal de tierra le vale de poco o nada, si usted no vuelve a recordar al personal de la maniobra de embarque y desembarque, la necesidad o limitaciones que tiene.

Una vez embarcado, en el parking del barco, deben ubicarle cerca del ascensor, si lo hay que es lo normal. Si le dejan sitio suficiente (y no enlatado) como para abrir la puerta y salir de su coche sepa que tiene un motivo de alegría, pero si tiene el ascensor un poco lejos prepárese a sortear un laberinto de coches y/o grandes camiones por pasillos muy estrechos. Si hay ascensor cerca de donde le han colocado, considérese afortunado. Si no lo hay, prepárese porque empieza su calvario.

Debe hacerse notar que, en varias ocasiones, las navieras han puesto barcos que no tienen ascensor y nadie del personal, advierte al pasajero con movilidad reducida al respecto, a pesar de que compró un pasaje e hizo las observaciones oportunas.

Aquí se aprecia el trato permisivo de las autoridades competentes hacia las navieras consintiendo que hagan lo que les dé la gana y permitiendo que presten servicios unos barcos que no son accesibles para las personas con dificultad de movimiento. Si esto no es suficiente, la prueba del aparente trato de favor se aprecia en la supuesta facilidad y libertad que tienen las navieras para cambiar de horarios como si nada y cuando les conviene.

Cuando en el barco no hay ascensor hay dos opciones, la primera, que tenga rampa, entonces tiene que acercase para subir por una rampa que utiliza el resto de pasajeros lo que puede ocasionar un atasco por la presencia de la persona con movilidad reducida ya que evidentemente va más lento. La segunda es que usted se puede encontrar en el parking frente a una escalera que parece infinita, con el barco zarpando e iniciando su travesía mientras espera para que la tripulación le traiga una silla de ruedas que se acopla a una oruga salva escaleras pero que en ese momento la utilizan otras personas que la necesitan también.

En esta segunda opción, no es de extrañar que a cualquiera le hierva la sangre cuando recuerdas que previamente has indicado varias veces que necesitas acceso a un ascensor y que te dicen literalmente: “que no existe ascensor en el barco, que si te han dicho en la compañía que hay ascensor es que te han engañado”. Entonces, se te acerca parte de la tripulación con la sana intención de ayudar, pero no pueden evitar que el enfado, la desesperación, y la angustia se adueñen del pasajero indignado, así como comprobar que está vendido a su suerte durante el viaje.

Superado el trance del ascenso de la escalera en silla de ruedas sobre la oruga toca la guinda del pastel. No se vayan amigos que aún hay más. La persona con movilidad reducida necesita ir al baño. Así que se desplaza poco a poco, hasta el baño señalado con el símbolo distintivo que todos conocemos. Entonces, por si había alguna duda, ya se descubre en propia carne, la miseria, el egoísmo y la total falta de empatía de las navieras justo cuando encuentras que el baño adaptado está cerrado con llave. Repito: ¡el baño adaptado cerrado con llave! La excusa que te dan literalmente es: “se cierra el baño para que no lo usen los pasajeros y lo use la tripulación”.

Otras situaciones que se suelen ver con las personas de movilidad reducida en los barcos es que las dejen “encarceladas” en sus coches dentro del garaje. También que la apertura de puertas se demore o que se atienda en primer lugar a “la clase oro” antes que a las personas más débiles y con dificultades. Así, tras estas vivencias ya pueden ir hasta esas playas de bandera azul en las que uno de sus requisitos es que sean accesibles…

El personal y la tripulación de las navieras ponen la cara y el esfuerzo. Ellos no tienen la culpa de estos hechos, suelen hacer todo lo posible por ayudar de manera profesional y servicial, buscando soluciones a los problemas.

Esta denuncia se hace pública por varias razones: para acabar con esta injusticia y mejorar la accesibilidad, para ampliar el conocimiento y difusión de una situación que le puede pasar a cualquiera, ya que tarde o temprano podemos necesitar ayuda para movernos, porque las reclamaciones individuales parecen servir de poco. Para que quienes deben ser guardianes de nuestros derechos, como consumidores o ciudadanos, despierten y dejen de ser los juglares invitados a la mesa de los señores del castillo. Para la defensa de nuestros derechos no es tiempo de silencios sino de acción.

Felipe Clemente. Abogado.

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